maternidad

Volver a lo básico con la crianza respetuosa

La crianza responsable y respetuosa no es un concepto misterioso o abstracto, sus bases rescatan lo simple del proceso de crianza: el amor, la empatía y el respeto. 

 

¡Es puro sentido común! Ya verás por qué. 

 

Crianza respetuosa significa tratar a nuestros hijos como iguales, e intentar entender por qué reaccionan de una manera o de otra, parece lógico, ¿no? 

 

Una crianza responsable quiere decir que haremos todo lo posible para que nuestros hijos logren un desarrollo integral, que actúen con seguridad, sepan convivir con otros y tengan claro dónde están los límites.

 

Puede ser disruptivo pensar que con la crianza respetuosa buscamos que la relación padres – hijos se aleje de aquella visión donde los mayores imponen sus puntos de vista solo por el hecho de ser adultos. 

 

Lo sé. No es fácil incorporar esto a nuestro chip mental, pero vamos por pasos. Una vez que lo entiendas en toda su expresión, se facilita su comprensión y aplicación. 

 

Avancemos. Consideramos los derechos e integridad del niño tanto como los del adulto, y sobre todo escuchamos qué tienen que decir los más pequeños. 

 

Siendo empáticos, poniéndonos en el lugar de nuestros hijos, podremos identificar mejor sus necesidades y entender sus reacciones. Tiene sentido, ¿no crees?

 

La empatía, base de la crianza respetuosa

 

¿Por qué el niño llora si nos apartamos de su lado? ¿Qué sentirá, quizás miedo o inseguridad al no vernos, al saber que no estamos cerca? Con estas preguntas, con seguridad harás conexión de inmediato con tu hijo. 

 

Imagina que te está pasando a ti (miedo, llanto, inseguridad), ¿te gustaría un gesto de comprensión y aceptación?

 

No es un capricho, no lo ignoremos, es la expresión de una necesidad. Expliquémosle por qué nos hemos alejado, hagámosle sentir con palabras y con un abrazo que entendemos sus sentimientos y que estamos ahí para acompañarlo. 

 

Si entendemos mejor las necesidades y reacciones de nuestros hijos, también podremos responder mejor a ellas.

 

El enfoque de la crianza respetuosa está vinculado al apego, por lo que considera esencial el contacto físico con el niño: cargarlos, abrazarlos, acariciarlos. 

 

Estas acciones le proporcionan seguridad y protección, hacen que se sienta amado y comprendido, lo cual es vital para su desarrollo afectivo y cognitivo. Eso de “no lo cargues tanto porque se malcría, ¡no aplica aquí!”.Ya entenderás por qué. 

 

En la crianza responsable no hay lugar para las agresiones físicas ni psicológicas, se impone el respeto a la integridad física y emocional del niño.

 

Así mismo, esta forma de crianza respeta el ritmo evolutivo de los niños, tanto en lo físico como en lo mental. Nunca los obliguemos a hacer algo que no puedan debido a su edad y al desarrollo físico y mental que tengan.

 

Si optamos por la crianza respetuosa, tendremos que actuar con apertura con respecto a la curiosidad de nuestro hijo. Los “no” deben reducirse a aquellos que estén en consonancia con los límites necesarios, razonables y justos. 

 

Por lo demás, es bueno que estimulemos la curiosidad y la imaginación de los más pequeños, permitámosles jugar y experimentar. Es vital para su desarrollo físico y emocional, y para su conocimiento del mundo.

 

Límites y crianza responsable y respetuosa

 

No te equivoques. La crianza respetuosa no es ausencia de límites; estos son necesarios para desenvolvernos en la sociedad, para convivir con otros. Internalizar desde temprana edad que existen límites, será sano para vivir la infancia y el resto de la vida. Nos dan confianza y tranquilidad y minimizan la incertidumbre.

 

Eso sí. Los límites deben ser justos, definidos desde el amor y el respeto y ajustados a la etapa vital de nuestros hijos. Uno de los principios de la crianza responsable es el establecimiento de límites y disciplina sin emplear castigos ni amenazas. 

 

La propuesta de la crianza respetuosa es que los límites tienen que establecerse a través de explicaciones claras, con firmeza y consistencia, para que puedan ser asimilados por nuestros hijos. 

 

Somos responsables de explicarles qué pueden hacer y qué no pueden hacer, aceptando que no siempre estén de acuerdo y que puedan sentirse enojados o tristes.

 

En algunas ocasiones, quizás la expresión del desacuerdo del niño pueda llevarnos a algún tipo de negociación. Es válido si no estamos del todo convencidos. Pero si lo estamos, si pensamos que el límite es justo y es necesario, no cambiemos nuestra decisión. 

 

Mantén el foco, no se trata de desgastarse con discusiones eternas. No entremos en argumentaciones con nuestro hijo para dar excesivas explicaciones o justificaciones, ni demos lugar a discusiones que puedan generar mayor frustración. Proyectemos con confianza nuestra decisión, explicándola con claridad y firmeza.

 

Ante el llanto y el enojo, la propuesta de la crianza responsable es no detener estas emociones. ¡Negar las emociones es anular lo que somos! Debemos permitirlas y aceptarlas, sin enfadarnos, y comunicarle al niño que sabemos que no le gusta la decisión que hemos tomado, que entendemos su disgusto, que estamos a su lado y que si quiere un abrazo, estaremos ahí para dárselo.

 

Si actuamos con enfado y descontrol ante la reacción del niño, corremos el riesgo de que se sienta incomprendido, y en nosotros puede nacer el resentimiento. 

 

No le transmitamos la idea de que expresar emociones está mal porque es una creencia que podría traerle problemas en sus relaciones con otros, para aceptar la expresión de los sentimientos de otras personas.

 

Con la crianza responsable fomentamos la empatía y la tolerancia en nuestros hijos. Con los límites les enseñamos a convivir con respeto hacia ellos mismos y hacia los demás.

 

Gestionar las emociones

 

La crianza respetuosa supone también un proceso muy valioso de autoconocimiento como personas y como padres.

 

Identificar nuestras emociones y reflexionar sobre ellas nos ayudará a encontrar recursos para gestionarlas. Con ello seremos más capaces y nos sentiremos más conscientes y confiados para acompañar y guiar a nuestros hijos en el proceso de crecer.

 

Bajo la perspectiva de la crianza responsable, debemos entender que las emociones de nuestro hijo no son las nuestras. 

 

No es nada fácil mantener la calma en todas las situaciones, pero mientras más tomemos conciencia de nuestras reacciones emocionales, mejor podremos controlar el enfado, la tristeza o el miedo. 

 

Separando nuestros sentimientos de los de nuestro hijo, podremos ayudarlo a gestionar sus propias emociones de manera saludable.

 

Si somos capaces de gestionar nuestras emociones, actuando con control, sin perder los nervios, también les estaremos mostrando a nuestros hijos cómo entender y gestionar las suyas. Intentemos dar siempre un ejemplo positivo.

 

Es una tarea difícil, así que no dejes de ser amable y paciente contigo mismo. Este proceso requiere un trabajo y esfuerzo considerable de nuestra parte, pero el esfuerzo vale la pena por nuestra felicidad y tranquilidad y por la de nuestra familia.

 

La crianza es una tarea demandante, en la que no hay descanso, pero existen herramientas en las que apoyarnos. Propuestas como la crianza respetuosa y responsable que nos permiten vivir con mayor paz y alegría el crecimiento de nuestros hijos.

 

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